23 septiembre 2016

Picotazos de abejas para sanar - Bee stings to heal.

José Luis Figuero comenzó probando los efectos de las picaduras de las abejas en carne propia. «Siempre he tenido colmenas y ya conocía las propiedades de su veneno. Hace cinco años tenía dolores derivados de la artrosis y la artritis y empecé a tratarme sin seguir ningún protocolo, pero como salí adelante, pensé que sería una buena idea formarme en esta disciplina», plantea.

Los efectos del veneno en el tratamiento de patologías articulares y musculares, así como las derivadas del sistema autoinmune son conocidos desde hace tiempo, defiende. «En Rusia hay clínicas especializadas en estos tratamientos, pero en los países occidentales, está al mismo nivel que otras medicinas naturales», explica Figuero, que ha abierto la primera consulta de apiterapia de Vitoria en el barrio de San Martín. «Venían muchos clientes a la clínica que tenía en Bilbao y decidí acercarme a ellos», relata.

Picotazos de abejas para sanar - Bee stings to heal

El tratamiento «no es doloroso» y su duración varía en función de la patología del paciente. Previamente se realiza un test de intolerancia a la apitoxina, el ingrediente fundamental del veneno, que puede ser muy peligroso en personas alérgicas. La sesión en sí consiste en apoyar una abeja sujeta con una pinza sobre la zona que hay que tratar hasta que deposita su aguijón en la superficie de la piel. «No es como un picotazo, porque sólo permitimos que entre en el 10% del veneno».

El aguijón se retira un segundo después para que apenas se introduzca bajo la piel una pequeña parte de la toxina que contiene la bolsa. En una sesión se pueden realizar desde dos o tres aplicaciones hasta una quincena y los tratamientos son siempre graduales. «Se siente un pinchazo, pero solo duele unos segundos».

Sus pacientes recomiendan la terapia, que sin embargo no está reconocida por la medicina convencional. Lola Pisón recuerda que hace una década dejó las muletas «gracias a un tratamiento que seguí en Madrid. Sigo con la hernia y si hago esfuerzos grandes, me molesta, pero mi calidad de vida es normal desde que el tratamiento». Ahora ha vuelto a la apiterapia para resolver sus problemas de síndrome del túnel carpiano y artritis.

Hay aplicaciones para mejorar los problemas «relacionados con trastornos reumáticos o que afectan a la movilidad», explica Figuero. En esta categoría incluye los que producen «inflamación y dolor de las articulaciones y de los tejidos como artrosis, tendinitis, lumbalgias o gota». Se realizan «aplicaciones locales donde se nota el dolor».

La apiterapia es eficaz, dice, en el tratamiento de enfermedades autoinmunes como artritis reumatoide, fibromialgia, esclerosis múltiple, psoriasis y otras, aunque la comunidad científica cuestione la base de esta técnica de medicina alternativa. «En esas dolencias el factor común es que producen inflamación crónica. No todos los casos se curan, pero sí una gran parte» gracias a la estimulación del sistema inmunitario, apunta.

Según Figuero, hay médicos que usan la apiterapia para mejorar la condición física de sus pacientes. «Sólo que ellos lo hacen aplicando inyecciones de apitoxina», señala. Son los únicos que usan jeringuillas para aplicar el producto, ya que es un compuesto muy sensible a la luz. Otras disciplinas que nunca han demostrado su eficacia, como la acupuntura o la homeopatía, «solo trabajan a nivel analgésico», explica Figuero, mientras que el veneno de las abejas tiene propiedades que lo hacen más eficaz contra las enfermedades, defiende. «Es antiinflamatorio, analgésico, hipotensor, inmunoactivante y antibiótico, entre otras cosas».


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